No comió nada en estos días y, al
cabo de ellos, tuvo hambre. Entonces le dijo el diablo: “Si eres Hijo de Dios,
di a esta piedra que se convierta en pan”. Y Jesús le respondió: “Escrito está
que no sólo de pan vive el hombre”. Por una parte, el diablo quiere inducir
a Jesús a usar sus poderes divinos en beneficio propio. De hecho, Jesús
multiplicará los panes, pero para calmar el hambre de los que le seguían y
estaban lejos de la ciudad. Por otro lado, lo que el diablo pide a Jesús
es una prueba de que es quien dice ser: “Si eres Hijo de Dios…
Esto mismo volverá a oír Jesús en la Cruz, de boca de los pontífices judíos y
de uno de los ladrones crucificado con
él. ¿Y no es eso mismo –exigirle a Dios que dé pruebas de ser Dios- lo que hemos hecho y seguimos haciendo los
hombres a lo largo de la historia? Es la tentación de querer manipular a Dios a
nuestro antojo, en vez que escuchar su Palabra y aceptar sus designios, a veces
incomprensibles pero siempre amorosos.
Después el diablo lo llevó a un lugar
elevado, y le mostró todos los reinos de la superficie de la tierra en un
instante. Y le dijo: “Te daré todo este poder y su gloria, porque me han sido
entregados y los doy a quien quiero. Por tanto, si me adoras, todo será tuyo”.
Y Jesús le respondió:”Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios, a Él sólo
servirás”. El diablo ofrece a Jesús un camino más fácil que el previsto por
Dios Padre para convertirse en salvador del mundo: adorarle a él, que se
presenta falsamente como dueño de todos los reinos. En la historia de la
Iglesia siempre se ha dado la tentación de asegurar la fe por medio del poder
político, como si un fin bueno justificara cualquier medio. Jesús se sabe
destinado a convertirse en señor de todo el universo, pero por medio de la
obediencia amorosa a su Padre hasta la Cruz. Es un camino más costoso, pero es
el querer de su Padre al que Jesús adora haciéndolo suyo. También Simón Pedro
le tentará en este sentido, y por eso Jesús le llamará Satanás.
Entonces lo llevó a
Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo, y le dijo:”Si eres Hijo de
Dios, arrójate de aquí abajo, porque escrito está: “Dará órdenes acerca de ti a
sus ángeles para que te protejan y te lleven en sus manos, no sea que tropiece
tu pie contra alguna piedra. Y Jesús le respondió: “Dicho está: No tentarás al
Señor tu Dios”.
El diablo sugiere a Jesús “tentar a Dios”, es decir, hacer una acción
presuntuosa para obligarle a hacer un milagro. La cita de la Escritura con la
cual el diablo tienta a Jesús está tomada del salmo 91, que habla de la
protección que Dios ofrece al hombre fiel. Precisamente Jesús, al rechazar esta
tentación, manifiesta su deseo de ser fiel a su Padre.
Todas las
tentaciones se proponen perjudicar la relación de amistad del hombre con Dios,
desde la primera a Adán y Eva hasta las que sufrió Jesús y las que sufrimos
nosotros. Si cedemos a sus palabras engañosas –nunca viene de frente, siempre
nos propone cosas aparentemente buenas- el diablo nos esclaviza. Por eso
pedimos en el Padrenuestro: no nos dejes caer en la tentación. Fomentamos
en nuestro corazón una permanente actitud de agradecimiento a Dios que nos
lleve a adorarle, viviendo de fe, escuchando su Palabra y dejándonos guiar por
su Espíritu.