Dios responde a nuestra llamada, enviando a su Hijo,
que murió y resucitó por nosotros; entra en nuestra fragilidad y hace lo que el
hombre solo nunca podría haber hecho: él toma sobre sí el pecado del mundo,
como cordero inocente y abre el camino a la comunión con Dios, nos hace
verdaderos hijos de Dios. Está allí, en el Misterio pascual, que revela en todo
su esplendor, el rostro definitivo del Padre. Y está allí, en la Cruz gloriosa,
que viene a ser la plena manifestación de la grandeza de Dios como "Padre
Todopoderoso".
¿Pero cómo es posible imaginar a un Dios todopoderoso, al mirar la
cruz de Cristo? Quisiéramos una omnipotencia divina según nuestros esquemas mentales y
nuestros deseos: un Dios "todopoderoso" que resuelve los problemas,
e interviene para evitarnos problemas, que vence al adversario,
cambia el curso de los acontecimientos y anula el dolor. Hoy en
día muchos teólogos dicen que Dios no puede ser omnipotente, pues si lo fuera, no
habría tanto sufrimiento, tanta maldad en el mundo. De hecho, para muchos, para nosotros, ante el mal
y el sufrimiento, es problemático, y difícil creer
en Dios Padre y creer que es todopoderoso; algunos buscan refugio en los
ídolos, cediendo a la tentación de encontrar una respuesta en una supuesta
omnipotencia "mágica" y en sus promesas ilusorias.
Sin embargo la fe en Dios Todopoderoso va por caminos muy diferentes: aprender a conocer que el pensamiento de Dios es diferente al nuestro, que los caminos de Dios son diferentes de los nuestros (cf. Is. 55,8), e incluso su omnipotencia es diferente: no se expresa como una fuerza automática o arbitraria, sino que se caracteriza por una libertad amorosa y paternal. En realidad, Dios, al crear criaturas libres, dándoles libertad, renunció a una parte de su poder, dejando el poder en nuestra libertad. Así, Él ama y respeta la respuesta libre de amor a su llamada. Como Padre, Dios quiere que seamos sus hijos y que vivamos como tales en su Hijo, en comunión, en plena intimidad con Él. Su omnipotencia no se expresa en la violencia, no se expresa en la destrucción de todo poder adverso como quisiéramos, sino que se expresa en el amor, en la misericordia, en el perdón, en la aceptación de nuestra libertad y en la incansable llamada a la conversión del corazón; en una actitud aparentemente débil: Dios parece débil si pensamos en Jesucristo orando, que se deja matar. ¡Una actitud aparentemente débil, hecha de paciencia, de mansedumbre y de amor, muestra que este es el camino correcto para ser poderoso! ¡Esta es la potencia de Dios! ¡Y este poder vencerá! El sabio del libro de la Sabiduría se dirige así a Dios: "Tú eres misericordioso con todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos ante los pecados de los hombres, esperando su arrepentimiento. Amas a todos los seres que existen... ¡Eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amante de la vida!" (11,23-24a.26).
Benedicto XVI, Audiencia general, 30.I.2013.
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