"Nadie pone a un vestido viejo un remiendo cortado de un vestido nuevo, porque entonces, además de romper el nuevo, el remiendo del vestido nuevo no le iría bien al viejo" (Lc. 5, 36) . Jesús, tu predicación invita a un cambio radical. Nos pides un vuelco. Transformas la valoración de las cosas. Pones al descubierto los "rotos" de mi alma, los agujeros por donde entra el frío del egoísmo. Y nos ofreces tu Persona, tu vida. S. Pablo lo llama "revestirse de Cristo". Pero cuesta dejar nuestro vestido, nuestro yo, aunque esté viejo y agujereado. Y empezamos a "parchear", a poner remiendos. ¿No habrá llegado la hora de cambiar de vestido, el Tuyo por el mío, aunque me quede sin nada, como Francisco de Asís?
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