miércoles, 13 de febrero de 2013

DOMINGO 17 DE FEBRERO, 2013

               En aquel tiempo, Jesús lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán, y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. Jesús se hace solidario con nosotros y guiado por el Espíritu se somete a los peligros y amenazas propias de nuestra condición. Quiere recorrer el camino de Adán y Eva, que fueron tentados y vencidos, el camino del pueblo elegido y toda nuestra historia de rebelión contra Dios para transformarla en aceptación amorosa de los planes divinos. El desierto es también una situación de soledad y desolación en la que podemos  encontrarnos para madurar en la fe. Jesús nos precedió. Estas tentaciones fueron fortísimas y reales y no fueron las únicas, siguieron hasta que murió en la Cruz.

            No comió nada en estos días y, al cabo de ellos, tuvo hambre. Entonces le dijo el diablo: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Y Jesús le respondió: “Escrito está que no sólo de pan vive el hombre”. Por una parte, el diablo quiere inducir a Jesús a usar sus poderes divinos en beneficio propio. De hecho, Jesús multiplicará los panes, pero para calmar el hambre de los que le seguían y estaban lejos de la ciudad. Por otro lado, lo que el diablo pide  a Jesús  es una prueba de que es quien dice ser: “Si eres Hijo de Dios… Esto mismo volverá a oír Jesús en la Cruz, de boca de los pontífices judíos y de uno de los ladrones crucificado  con él. ¿Y no es eso mismo –exigirle a Dios que dé pruebas de ser Dios-  lo que hemos hecho y seguimos haciendo los hombres a lo largo de la historia? Es la tentación de querer manipular a Dios a nuestro antojo, en vez que escuchar su Palabra y aceptar sus designios, a veces incomprensibles pero siempre amorosos.
                 Después el diablo lo llevó a un lugar elevado, y le mostró todos los reinos de la superficie de la tierra en un instante. Y le dijo: “Te daré todo este poder y su gloria, porque me han sido entregados y los doy a quien quiero. Por tanto, si me adoras, todo será tuyo”. Y Jesús le respondió:”Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios, a Él sólo servirás”. El diablo ofrece a Jesús un camino más fácil que el previsto por Dios Padre para convertirse en salvador del mundo: adorarle a él, que se presenta falsamente como dueño de todos los reinos. En la historia de la Iglesia siempre se ha dado la tentación de asegurar la fe por medio del poder político, como si un fin bueno justificara cualquier medio. Jesús se sabe destinado a convertirse en señor de todo el universo, pero por medio de la obediencia amorosa a su Padre hasta la Cruz. Es un camino más costoso, pero es el querer de su Padre al que Jesús adora haciéndolo suyo. También Simón Pedro le tentará en este sentido, y por eso Jesús le llamará Satanás.

            Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo, y le dijo:”Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abajo, porque escrito está: “Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles para que te protejan y te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra. Y Jesús le respondió: “Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios”. El diablo sugiere a Jesús “tentar a Dios”, es decir, hacer una acción presuntuosa para obligarle a hacer un milagro. La cita de la Escritura con la cual el diablo tienta a Jesús está tomada del salmo 91, que habla de la protección que Dios ofrece al hombre fiel. Precisamente Jesús, al rechazar esta tentación, manifiesta su deseo de ser fiel a su Padre.
                Todas las tentaciones se proponen perjudicar la relación de amistad del hombre con Dios, desde la primera a Adán y Eva hasta las que sufrió Jesús y las que sufrimos nosotros. Si cedemos a sus palabras engañosas –nunca viene de frente, siempre nos propone cosas aparentemente buenas- el diablo nos esclaviza. Por eso pedimos en el Padrenuestro: no nos dejes caer en la tentación. Fomentamos en nuestro corazón una permanente actitud de agradecimiento a Dios que nos lleve a adorarle, viviendo de fe, escuchando su Palabra y dejándonos guiar por su Espíritu.  

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