Cuando
acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para
la pesca”. Respondió Simón y dijo:”Maestro, hemos estado bregando toda la noche
y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. Y, puestos a
la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a
reventarse. Jesús
está preparando a Simón para“pescador de hombres”, es decir, apóstol, enviado
como Él para anunciar y ofrecer la salvación a todos. Primero le pide su barca
para poder hablar a la multitud. Después le da una orden que se ha convertido
en el lema del tercer milenio para toda la Iglesia: “Duc in altum”, entrad en el mar del mundo sin miedo, lanzad las
redes, sed emprendedores, audaces. Simón
era un profesional y sabía que aquel no era ni el lugar ni la hora para pescar; además,
ellos habían estado faenando por la noche en los lugares adecuados y no
había cogido nada. Pero Simón cree que Jesús es Señor del mar y de los peces, y
por eso, porque se fía más de Él que de su experiencia: obedece.
Al
ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de
mí, que soy un hombre pecador”. Y es que es estupor se había apoderado de él y
de los que estaban con él, por la redada de peces que habían cogido. Simón ve en este
suceso una manifestación del poder de Dios, y experimenta un estupor, un
“asombro”, un profundo estremecimiento interior. Es la misma impresión que describe Isaías en la primera lectura cuando
ve al Señor sentado sobre un trono alto y excelso y serafines en pie
junto a él diciendo Santo, santo, santo, y que temblaban los umbrales de las
puertas al clamor de su voz. Yo dije: -“¡Hay de mí, estoy perdido! Yo, hombre
de labios impuros he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”.
Este santo temor ante la cercanía de Dios prepara a Isaías, como a Simón, para
responder a la llamada de Dios con una disponibilidad total. Entonces
escuché la voz del Señor, que decía: -“¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por
nosotros?”. Contesté: “aquí estoy, mándame”.
Jesús dijo a Simón: -“No temas; desde
ahora
serás pescador de hombres”. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo
todo, lo siguieron. Simón se dará cuenta enseguida que el único Pescador de
hombres es Jesús. De Pedro se espera que sea instrumento humilde y generoso en
manos de Jesús, el único que puede de
verdad sacar a los peces humanos del pecado para llevarlos a la Vida eterna. Así
lo explica San Pablo cuando recuerda a los cristianos de Corinto el
Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os
está salvando. (…) Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.
En nuestro bautismo, todos los
cristianos hemos recibido la llamada a anunciar a Jesucristo vivo y resucitado
a nuestros familiares y amigos. Jesús, danos la audacia de Pedro, la entrega de
Pablo y el amor de Juan. Haznos buenos anzuelos para tu pesca.
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