Con este blog pretendo compartir luces, reflexiones, comentarios, como agradecimiento a todos los que los han sembrado en mí.
jueves, 22 de noviembre de 2012
DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE, 2012
En aquellos días, el profeta
Elías se puso en camino hacia Sarepta y, al llegar a la puerta de la ciudad,
encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: -“Por favor,
tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.” Mientras iba a buscarla, le
gritó: -“Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.” Respondió ella:
-“Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado
de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba
recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo
comeremos y luego moriremos.” Respondió Elías: -“No temas. Anda, prepáralo como
has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo
lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina
no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en el que el
Señor envíe la lluvia sobre la tierra.”. Ella se fue, hizo lo que le había
dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni
la alcuza de aceite de agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías. ¡Qué
ejemplo de fe en la Palabra de Dios, y de
generosidad! Cualquiera de nosotros habría pensado primero en su propia supervivencia
y, después de asegurarla, en los demás. Pero, fiada en el Dios de Israel, pone a
su profeta delante de sí y de su hijo. Y Dios, que nunca se deja ganar en
generosidad, salva a ella, a su hijo y a su familia de morir de hambre.
Estando
Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba
echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y
echó dos reales. La viuda en Israel, si su marido no le había dejado
medios, estaba desamparada. Ni su familia –a la que había renunciado al
casarse- ni la de su marido, la acogían. No había pensión de viudedad, ni tenía
posibilidad de trabajar. Llamando a sus discípulos, les dijo: -“Os aseguro
que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque
los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha
echado todo lo que tenía para vivir.” Acaba de suceder algo grande. Nadie
se ha dado cuenta, los dos reales de la viuda apenas han hecho ruido al caer en
el arca de las ofrendas. Nadie se ha fijado en aquella mujer mayor vestida de
negro. Pero Jesús se ha estremecido. Aquella viuda ha dado todo lo que tenía.
Ningún profeta se lo ha pedido. Ha salido de ella. Con ese acto de entrega
total, ha puesto su vida en manos de Dios. Jesús se conmueve. Quizá le recuerda
a su Padre, que también nos ha entregado a su Hijo, todo lo que tenía. Quizá ve
en la donación total de la viuda un reflejo de su propia vida, entregada por
amor “hasta el fin”. Jesús quiere que los suyos le entiendan. Por eso les
convoca y les explica lo que ha pasado. El quiere asociarles y asociarnos a la
donación sin límites de su Padre y a su propia entrega amorosa en la Cruz. La
Misa actualiza esa entrega de Jesús, gratis total, nos muestra el camino para seguirle y nos da la fuerza
para andar por él. Sin ella no podemos vivir vida cristiana. ¡Te necesito
Jesús, más que el alimento material!
Cristo
se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el
pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es
morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera,
Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. ¡Cómo debería estremecerme yo también, en
cada Comunión! Porque Tú eres ese Dios que no tiene nunca nada para sí, sino
siempre para el otro. El Padre para el Hijo, el Hijo para el Padre, el Padre y
el Hijo para el Espíritu Santo común. Pero tampoco el Espíritu Santo tiene nada
para sí, sino todo para el Padre y el Hijo. Cada uno sólo vive y piensa para el
otro, de tal forma que son un solo Dios. Jesús, en la Comunión, nos mete dentro
de esa corriente trinitaria de amor y su Espíritu nos empuja a ofrecernos, a
darnos gratuitamente a los demás por amor al que se dio enteramente a nosotros.
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